sábado, 23 de marzo de 2013

EN VERDAD AMAS A DIOS



EN VERDAD AMAS A DIOS


Cuando buscamos a Dios en oración o en su palabra constantemente, empezamos a ser bendecidos porque nuestras oraciones ya están siendo escuchadas por nuestro padre Celestial, aunque no recibamos exactamente lo que pedimos, en nuestro corazón hay una paz inmensa que sobre pasa todo entendimiento y esta solo nos la puede dar nuestro Dios.
Cuando obtenemos el favor de Dios muchas veces empezamos a perder la humildad, y esto se nota porque en nuestra personalidad hay un cambio de carácter: ya no le hablamos a cualquiera, nuestras amistades son selectivas, a la familia la vemos con otros ojos y es ahí cuando sin darnos cuenta empezamos a apartarnos de Dios.

Porque el amar a Dios es ser agradables para con todos y no hacer acepción de personas. Nadie puede  decir que ama a Dios, si ve con indiferencia a los que le rodean ya sea en el trabajo, la congregación o la familia o los discriminas solo porque no son como tú, o porque no tienen los que tú tienes, o porque no saben lo que tú sabes.

“si alguno dice: yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano  a quien ha visto, ¿Cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”
1 Juan 4:20.

Será que en verdad amas a Dios, si ni aun sos de bendición para con tu familia, porque tienes pariente que te han lastimado o has lastimado y por orgullo o arrogancia no quieres perdonarlos. De ninguna manera puedes decir que amas a Dios porque el buen testimonio debe empezar desde nuestro hogar. Esto no agrada a Dios, porque el que es nacido de Dios no guarda rencor, ni resentimiento para con su prójimo y este es el mandamiento de Dios que si le amamos, también seremos capaces de amar a nuestros hermanos.

“Y nosotros tenemos este mismo mandamiento de él: el que ama a Dios, ame también a su hermano”
1Juan 4:21

El que ama a Dios es flexible para con aquellos que se acercan para pedirle apoyo en el día malo, para aquel que no conoce de Dios, que necesita de la luz y que en nosotros pueda ver la obra del Espíritu Santo.
El que ama a Dios no hay en él engaño, no tiene discriminación para con su prójimo ni hace elección de personas para tenderle su mano.




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