CUANDO
TE ATREVES A PEDIR
Recordando
parte de mi infancia me puse a pensar en el trato que
recibí de mis papas en ese lapso de vida que dependía de ellos y me vinieron
muy buenos recuerdos, algo que ahora me impacta es que siempre que les pedía
algo nunca me negaron nada de lo que ellos me podían dar; si mis papas hicieron
eso, ¡imagínate lo que te puede dar nuestro Señor Jesucristo!, si hoy le pides
confiando en que lo vas a recibir lo que le pidas, porque, ¿Qué? Nos puede
negar nuestro padre celestial si es el dueño de este mundo, del oro, la plata y
todo cuanto puedan pisar la planta de tus pies.
Salmos 24:1
De Jehová es la tierra y su plenitud; el
mundo, y los que en él habitan.
Quiero
contar un testimonio que ha marcado mi vida y has sido evidente ante todos los
que me conocen “durante mi infancia empecé a sufrir un trastorno que no podía
comer carne roja ni sus derivados porque me provocaba alergia en toda la piel;
al principio no sabía qué era lo que me provocaba ese tipo de malestar. A los
11 anos descubrí que eran esos tipos de alimentos los que hacían esa reacción
que por cierto muy dolorosa e incómoda.
Así
fui creciendo y por más que mis papas buscaron una cura, solo encontraron
medicamentos que me calmaban la enfermedad; lo cierto es que conforme iban
pasando los años mi enfermedad se fue haciendo más crónica y evolucionaba a
pasos agigantados. En ocasiones se me olvidaba e ingería derivados de carne
roja y esto me ponía muy mal a tal grado de quedarme ciego por un buen rato
hasta que pasaba el efecto de los alimentos, otras veces fui a parar al
hospital en altas horas de la noche, porque también tenía complicaciones para
respirar debido a esta enfermedad.
Esto
se hizo una manera de vivir, siempre me mantenía pendiente de seleccionar los
alimentos que consumía; como no conocía el poder de Dios, no le pedía que me
sanara; pero 15 años después recibí a Cristo en mi corazón, pero tampoco le pedía
sanación, porque pensaba que si me mantenía pendiente de no ingerir esos
alimentos que para mi eran prohibido podría llevar una vida normal.
Cierto
día un compañero de trabajo a observar un plato con carne a la parrilla dijo:
“esto sí que se ve rico lástima que tu no puedas comer”, esto me indignó y me
puso a pensar y en la hora de almuerzo empecé a hablar con Dios y esto fue lo
que le dije: “Señor yo soy tu hijo y me siento mal porque no puedo comer
cualquier alimento y los demás compañero si pueden, sé que esto no me está
matando; pero porque no me haces el favor y me sanas, yo se que tú puedes” ahí
terminó la simple, humilde y sencilla platica y no volví a decir nada mas,
pareciera que quedó olvidado.
Como
a los 20 días en otro almuerzo un compañero estaba comiendo alimentos que para
mi estaban prohibido y me acorde de la plática que había tenido con Dios; fue
entonces que le pedí que me diera de sus alimentos, a las 5 horas después me
acordé que ya era hora en la que debería sentirme mal; pero no había ninguna
reacción, ninguna molestia en mi cuerpo.
Entonces
una semana después me arriesgue de nuevo y fue allí que Dios me confirmó el
milagro; Dios me había sanado de una enfermedad que me había torturado por 22
años.
Para
mí ha sido sorprendente como Dios responde nuestras súplicas por sencillas que
sean, porque a Dios no le interesa el montón de palabras, sino que le
expresemos nuestros problemas, que nos atrevamos a pedir con confianza. Si no me
hubiera atrevido a pedirle sanación todavía estuviera con esa carga.
Dios
quiere que le tengamos confianza que nos deleitemos en su palabra, y que le expongamos todo cuanto nos esté
incomodando, no se cuales sean tus cargas; pero si tu confianza está puesta en
Dios, tenlo por seguro que serás librado.
Salmos 37:4
Deléitate asimismo en Jehová, y él te
concederá las peticiones de tu corazón
Sabes
Dios no necesitas que seas perfecto para poder obrar en tu vida, basta con que
empieces a caminar bajo su dominio y descubrirás como nuestro Señor Jesucristo
hará grandes maravillas en tu vida.
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